El matrimonio entre Julius Randle y los Minnesota Timberwolves ha resultado extraño desde un inicio. No parecía el ala-pívot el emparejamiento perfecto de pintura para Rudy Gobert ni en la sala de máquinas par Anthony Edwards. Dentro de lo que cabe, se podría incluso decir que la cosa ha ido mejor de lo esperado, y el propio Randle admite la metamorfosis sufrida. «Es muy diferente [a mi papel en New York]», comentaba ante los micrófonos en zona de vestuarios.
«Es todo sobre ganar, lo que necesite el equipo. Si esta es la versión que nos ayuda a ganar, entonces es la que querré mostrar», continuaba el interior. Estas declaraciones llegan en su primer partido de diez asistencias en la temporada, aunque venía de dos seguidos de nueve. «No estoy muy preocupado de anotar. Sé que puedo hacerlo. Lo que importa es nuestra energía, cohesión y compañerismo. Estamos en el mejor momento del año», zanjaba.
Lo cierto es que, a pesar de la irregularidad reinante en la temporada, los Wolves han ganado los cinco encuentros desde que Randle volvió de su lesión. En los que lanza más de un tiro menos por noche y reparte tres asistencias más. Cabe decir que las facilidades a la hora de distribuir el juego las hereda de una etapa que los Wolves, sin él y sin Gobert, han desarrollado un juego más coral y despreocupado en ataque.
Randle promedia 7,2 asistencias en este tramo, y los datos le amparan. Randle ejecuta algo más de 36 pases por noche cuando el curso pasado esa cifra estaba en 46. Eso sí, el curso anterior el balón pasaba casi 20 veces más por sus manos. La cifra definitiva es la de tiros, donde ha pasado de lanzar 18,2 por noche a 13,9.
(Fotografía de portada de Jesse Johnson-Imagn Images)