Ha empezado la temporada 2021-22. Ha llegado eso que tanto nos gusta: la NBA, sus estrellas y una competición vertiginosa cuya rueda nunca deja de girar… pero que a su vez tampoco espera a nadie.
Como todo aficionado –más allá de periodista– he estado atento a traspasos, a las actuaciones de los novatos, a qué ocurría con las vacunas, a la rebeldía de Ben Simmons, al comienzo de los Lakers… y en esa vorágine informativa-laboral me encontraba cuando de pronto caí en algo: ¿Qué pasa con John Wall?
Un momento después de hacerme la pregunta recordé que Houston Rockets y él habían alcanzado un acuerdo para que se mantuviese al margen del equipo. Básicamente la franquicia le explicó que no entraba en sus planes, los cuales pasan por dar espacio a los jóvenes; y entre ambos acordaron buscar un traspaso mientras protegían su salud al no hacerle jugar. Este último punto se vendió como una manera de no perjudicar al jugador, pero… ¿es así?
Es imposible no dudar de ello. Más de mes y medio después de que se conociese el pacto entre ambas partes, lo que nos queda es el silencio. Los días y las semanas pasan y no hay ni rumores. Un cinco veces All-Star sin jugar –casi se puede decir ‘sin equipo’– y lo que cunde es la tranquilidad. Bueno, tranquilidad informativa, porque yo al menos estoy inquieto.
Cuando empecé a escribir este texto indagué sobre la última hora de John Wall. Hice las pertinentes búsquedas por medios estadounidenses y encontré poco o nada. Hace algo más de un mes Candance Buckner de The Washington Post le dedicaba un artículo bajo el título The ballad of John Wall doesn’t have to end in sorrow (La balada de John Wall no tiene por qué terminar con dolor) –merece la pena leerlo–. No vi mucho más de interés salvo algunas hipótesis sobre cuál podría ser su futuro, pero siempre sin que hubiese base de realidad alguna.
Es intrigante. Durante años Wall fue uno de los referentes de la Liga. Ganó el concurso de mates en 2014, copó highlights con penetraciones y pases de ensueño, formaba parte de la élite de los bases de la NBA… Entonces, ¿qué ocurre? ¿Nos hemos acostumbrado a vivir esta pasión llamada NBA sin él? Yo no acabo de hacerme a la idea.
Dos años de ‘retiro’
22 puntos, 9 asistencias y 6 rebotes. Esos son los números con los que el base de Carolina del Norte regresó a las canchas el 31 de diciembre de 2020. Fueron exactamente dos años y cinco días de espera tras sufrir dos lesiones de gravedad, la última la rotura del tendón de Aquiles. Fue golpe tras golpe. La estrella de los Wizards pasaba a engrosar la lista de jugadores que habían tenido que luchar contra problemas físicos extremos. Por suerte, y como acabamos de adelantar, pudo volver y hacerlo a buen nivel; eso sí, tras cambiar de equipo al sentir que su amor por los Wizards ya no era correspondido.
Detengámonos en el ‘buen nivel’. Jugando 40 partidos con los Rockets estuvo en 20,6 puntos por noche con un 40,4% en tiros de campo (peor porcentaje de su carrera) y repartió 6,9 asistencias (una vez más el peor hito de su carrera). Ya está bien tras 24 meses sin disputar un partido profesional, pero… ¿es suficiente para que alguien confié en él?
Por juego lo harían sin dudar. Un John Wall en Boston Celtics o Los Angeles Clippers suena genial. Son equipos sin director de orquesta y eso es justo lo que mejor sabe hacer: organizar y llevar el ritmo de juego. La cuestión es que su incorporación no depende únicamente de un deseo, sino de unas cuentas que se traducen en 91,7 millones de dólares.
Un contrato, una losa
Hay silencio, sí, pero aunque duela no podemos decir que sea irracional. Cuando John Wall renovó por el súper máximo con Washington en 2017 (fue una extensión de cuatro años y 171 millones de dólares) ya hubo quien creyó que los capitalinos se equivocaban, pero nadie vaticinó entonces que tal acuerdo pesaría tanto sobre el futuro del jugador.
De aquella firma aún le quedan por cumplir al base dos años y 91,7 millones de dólares, estando el segundo de ellos sujeto a una opción de jugador por valor de 47,4 millones –no parece posible que la rechace–. A estas alturas de película son estas cifras las que detienen cualquier movimiento. Los equipos antes mencionados –y otros– podrían querer incorporar a Wall, pero el gasto por tenerlo suena a locura, ya que la opción de un buyout no está sobre la mesa. Es una verdadera pena que tras dos años de ‘retiro’ obligado ahora volvamos a estar en stand by, sin poder disfrutar de un jugador con tanto talento.
Ocupándose de los jóvenes
John Wall no está jugando y nadie habla de él… pero sigue trabajando. Apartarlo de los partidos no quiere decir que no esté involucrado con los Rockets. En el primer encuentro de pretemporada se le pudo ver sentado en la grada, lugar desde el que mantuvo conversaciones con Christian Wood, Kevin Porter Jr. o Jalen Green (número 2 del draft de 2021). Su sabiduría baloncestística es muy apreciada en Texas, y por ello le han encomendado que haga de mentor para un grupo repleto de chicos jóvenes. Pero cuidado, eso no quiere decir que ya no sepa jugar a esto.
«Sí, es como mi hermano mayor. Me da un montón de consejos. Cuando estamos juntos vemos vídeos y trabajamos cosas. Descomponemos las diferentes situaciones y las analizamos», comenta Green. Es sin duda elogiable que se esté haciendo cargo de enseñar a quien debe ser referente en los próximos años de la franquicia de Texas, pero seamos sinceros, lo que yo al menos deseo es volver a verle sobre el parqué.
Referente del baloncesto añejo
Así es. Desde hace bastantes años hemos ido viviendo el cambio del juego hasta hacer del triple su punto central. Y sí, sobra decir que ese no es el baloncesto de John Wall. Fue su físico, su velocidad, sus paradas en seco, su habilidad con el balón… lo que le llevó a ser número 1 del draft, a recibir la plena confianza de los Wizards y a conducirles hasta las semifinales de la Conferencia Este de 2017 para caer en el séptimo partido. Ni era ni es un jugador para esperar en una esquina –ni para lanzar desde nueve metros–. Es un chico que siempre ha estudiado y elaborado su juego, uno que atacaba tan ferozmente como defendía su aro, uno que necesita el balón en sus manos.
Es un líder. Se proclamó rey en Washington DC y su pasión por el juego no ha disminuido un ápice, y justo ello hace que duela aún más este silencio que crece –si eso es posible– mientras ‘busca’ equipo.
Son solo 31 años. Deberían quedarle bastantes por delante mostrando sus cualidades. Y cuando decimos esto último nos referimos a que acercarse a una adaptación al ‘nuevo baloncesto’ quizás no sea el camino. En sus tres primeros años en la NBA (2010-2013) apenas intentó un triple por partido. En el último, con Houston, estuvo en 6,2 por noche… Ese no es el John Wall que encandiló. Lanzar desde fuera debe ser un recurso, pero nunca hilo conductor de su juego. Aquí tenemos algunas de las mejores acciones de su carrera. Este es John Wall.
¿Hora de dar un paso atrás?
Hoy rompo el silencio. Son muchos años viendo NBA (unos 25) y me sigue costando ver cómo se apagan jugadores que me han hecho vibrar desde el sofá. A Wall le queda baloncesto, seguro, pero que este sea brillante no depende únicamente de él. Su contexto ha cambiado. Su baloncesto por momentos, parece olvidado. ¿Es tarde para ver un último baile peleando en lo más alto? Lo desconozco. La realidad es que estamos a 3 de noviembre, la temporada avanza y este chico formado en la Universidad de Kentucky parece vivir al margen, en una realidad de talentos aplacados por un telón que se echa cuando aún no han llegado los aplausos.
Tiene personalidad para romper su ostracismo –estoy convencido de ello–, pero por ahora vive atado. Quizás deba adaptar su rol para poner un final a su carrera acorde a su virtuoso juego con el balón en las manos. Por ahora todo es un ‘puede’ en el que se vislumbran más oscuros que claros. ¿Más meses en blanco? ¿Esperar hasta el cierre del mercado de traspasos? John Wall siempre debería estar en la cancha. De eso estoy seguro. Bueno, de eso y de que no merece que su baloncesto se ahogue en silencio alguno.
(Fotografía de Tim Nwachukwu/Getty Images)