Tercer y último capítulo adentrándonos en los proyectos centrados en la formación de talento que han venido para robar una porción de pastel que le pertenecía a la NCAA. Hemos hablado de NBA G League Ignite y la NBA Global Academy, pero el de hoy es el más ambicioso de todos.
Los flujos de talento que terminan desembocando en la NBA se han diversificado a gran velocidad en los últimos años. A partir de Dirk, Europa no ha dejado de aumentar su presencia en las clases del draft, dando como colofón a los dos últimos MVPs de la liga, Giannis Antetokounmpo y Nikola Jokic, y conformando una élite cada vez más europea con Doncic a la cabeza. Lo mismo se podría decir con África y Joel Embiid, aunque por exigencias del guion los africanos sí suelen acabar su periodo formativo en universidades estadounidenses con mayor asiduidad. Este influjo extranjero que se amplia con naturalidad a los cinco continentes se une a proyectos como NBA G League Ignite o NBA Global Academy como oasis fuera del imperio NCAA.
Pero si hay un centro de desarrollo que advierta con despojar al college de su supremacía ese es Overtime Elite. Un proyecto faraónico que no solo amenaza con cambiar para siempre la estructura formativa del baloncesto estadounidense, sino que pretende construir un prolífico negocio a su alrededor. Overtime nace en 2016 como una plataforma de streaming deportivo online cuyo fulgurante ascenso la convierte hoy en uno de los conglomerados más polifacéticos en lo que a cobertura deportiva se refiere.
Su concepto matriz se basa en adaptarse a las formas de consumo multimedia de las nuevas generaciones para cincelar el futuro panorama de la producción de contenido deportivo. Desde el inicio el producto que ofrecen está totalmente abierto al público en plataformas como YouTube, TikTok, Instagram, Twitter, Facebook o Snapchat. El pilar central de toda esta generación de contenido es el baloncesto de instituto y/o amateur, y el idioma que habla es el del highlight.
Dichos vídeos y publicaciones ponen un claro acento en acercarse y ayudar a construir jóvenes caras reconocibles que, en el mejor de los casos, lo seguirán siendo en el baloncesto del futuro y se asociarán de por vida a la marca Overtime. No sorprende que las figuras NBA a las que más atención dedican sean perfiles como LaMelo Ball o Tyler Herro, jugadores cuyo impacto mediático en el público joven va mucho más allá de lo que hagan en pista.
Más allá de los clics
Este acercamiento a su audiencia objetivo se ha demostrado todo un éxito en lo que a notoriedad en redes se refiere aunando en la actualidad 50 millones de seguidores entre todas estas plataformas y más de mil millones y medio de visualizaciones mensuales en sus contenidos. Pero un imperio no se construye tan solo a base de clics y likes. Overtime comenzó sus andaduras con una partida de inversión de unos 12 millones de dólares entre 2016 y 2017, y en 2019 recibe un nuevo espaldarazo financiero de 23 millones con Andreessen Horowitz como principal firma de capital contribuidora. Pero no es hasta 2021 que atraen la atención de algunos de los nombres más reputados en el mundo de los negocios, la tecnología, el espectáculo y el deporte.
En su tercera gran partida de inversión, Overtime recaudó en torno a 80 millones de dólares de inversores como Bezos Expeditions, compañía de inversiones personal de Jeff Bezos; el rapero Drake y estrellas NBA como Kevin Durant, Carmelo Anthony, Devin Booker y Trae Young entre otras grandes firmas de capital riesgo. El objetivo de esta recaudación no era otro que financiar la Overtime Elite, el proyecto definitivo de la empresa para desarrollar a las mayores promesas adolescentes del país bajo su propio techo.
En apenas cinco meses lo que hasta entonces era un simple esbozo tornó en unas instalaciones que ocupan casi una hectárea en el distrito empresarial de Atlanta. El complejo no le tiene nada que envidiar a las facilites deportivas de cualquier franquicia NBA, a lo que suma zonas de residencia, ocio y un sistema de retransmisiones interno especialmente preparado para producciones que lleven el carácter de la marca Overtime por bandera.
La ambición en lo económico va más allá, ya que todos los jóvenes reclutados están entre los 16 y los 19 años de edad y perciben cifras anuales que van desde los 100.000 al millón de dólares en los casos más excepcionales. Lo cual supone algo sin precedentes en el deporte norteamericano fuera de contratos publicitarios.
Primeros pasos, primeros obstáculos
Pero aunque las condiciones sobre el papel fuesen inmejorables, en un principio no eran más que castillos en el aire. No fue nada fácil para la organización de la liga convencer a algunos de los jóvenes más talentosos del país para comprometerse con lo que por aquel entonces era un ideal. Tampoco a los más de 80 empleados que hoy operan en la sede de Atlanta. “No teníamos nada. Cuando comencé con el reclutamiento ni siquiera teníamos entrenador” decía Tim Fuller, director de ojeadores y reclutamiento de la OTE, para The Athletic. “Fueron dos meses en los que cada día me preguntaba si esto iba a salir adelante”.
Las primeras confirmaciones llegaban a cuentagotas, pero acabaron iniciando un efecto dominó. Finalmente, se logró reunir a 27 jugadores que dieron pie a la conformación de tres equipos: OTE, Elite y Overtime; que jugarían una liga regular de 23 partidos disputados ante otros centros formativos regionales y una fase final en la que solo participarían ellos tres.
Como ya sucedía con Ignite y la NBA Global Academy, Overtime cuenta en su equipo con una estructura deportiva que bebe con fuerza de entrenadores y ejecutivos de probada experiencia en entornos de élite y NBA. A lo que añaden reputadas figuras del mundo del espectáculo y la producción de contenidos en general. Si con Ignite y el modelo australiano hablábamos de dos sistemas completamente enfocados en el desarrollo del jugador, aquí las líneas se difuminan para dar mayor espacio al espectro empresarial y la construcción de marca. Tanto de los jugadores como de la competición en sí.
A excepción de la fase final, ninguno de los partidos disputados por los equipos de la Overtime Elite han sido retransmitidos en riguroso directo. En su lugar se escogen pequeñas píldoras en forma de highlights que compartir en tiempo real en las distintas redes sociales. Al término de cada partido aparecía un —a veces amplio a veces escueto— resumen del mismo en la cuenta de YouTube de la liga. De hecho, los partidos ni siquiera son el plato fuerte de la producción audiovisual, sino la especie de reality show que van conformando las publicaciones que filman el día a día de los jugadores.
En cifras esto se traduce en 1,1 millones de seguidores en la cuenta de la liga en TikTok y un total de 46,6 millones de ‘me gusta’ en sus publicaciones en dicha red. También más de 409.000 seguidores en Instagram y más de 800.000 usuarios únicos que han interaccionado con alguna publicación a lo largo de la primera temporada según registra Comscore. Algo más discretos son los 38.300 suscriptores y 4 millones de reproducciones acumuladas en YouTube.
Las estrellas del hoy
Y ya que estos chavales van a ser estrellas mediáticas de internet, conviene enseñarles todo lo posible en lo que a gestión de imagen y económica se refiere. En la Overtime Academy, el centro educativo al que acuden todos los integrantes de la liga, se cursan las mismas asignaturas que en cualquier instituto. Pero además, los jugadores reciben clases de oratoria, finanzas, derecho deportivo, salud mental, etc. Dejando a un lado el tema económico por su carácter privado, lo evidente es la comodidad absoluta de estos chicos delante de las cámaras. Configurándose como estrellas de la pequeña pantalla, la del móvil, prácticamente durante 24 horas al día sin aparente esfuerzo.
Desde el primer día de competición, las instalaciones de la Overtime Elite han estado repletas de ojeadores NBA, analistas profesionales o cazatalentos de otras ligas profesionales o agencias de representación. De entrada, la liga contó con siete promesas ‘cinco estrellas’ de cara a las clases de 2023 y 2024. Perfiles como Amen y Ausar Thompson, dos hermanos que apuntan a ocupar posiciones de lotería en el draft del año que viene y que son la mayor sensación de la competición, despiertan el interés del mundo del baloncesto al completo. Este mismo año Jean Montero y Dominick Barlow han sido invitados al combine y ESPN les sitúa como más que posibles elecciones de segunda ronda en el próximo draft.
Una de las principales dudas abiertas con respecto a la creación de la OTE era la posible falta de competitividad interna. Pero esos temores con los que ojeadores y curiosos acudieron a las primeras iteraciones de la competición se disiparon rápidamente. Quizás el nivel competitivo sea inferior al que encuentran en G League o NBL, ligas plenamente profesionales desde hace muchos años. No obstante, el nivel de esfuerzo y rivalidad no tiene nada que envidiarle al que se ve en highschool o incluso college. Que no hay que olvidar que son el principal escenario en el que se han desarrollado históricamente este tipo de talentos en Estados Unidos.
Atendiendo a las condiciones formativas en las que los jugadores de la Overtime Elite han pasado este año, es difícil encontrar diferencias notorias con las estructuras deportivas con las que compite. De hecho, resulta innegable que son un avance enorme con respecto al sistema AAU y una alternativa más enfocada, que no mejor ni peor, que la de los programas NCAA más reputados. Esta liga privada de adolescentes que se embolsan salarios anuales de al menos seis cifras no es inferior a ningún entorno formativo en lo que a organización, instalaciones y personal cualificado se refiere.
Lejos de la utopía
Esto no implica que todo el que pise la OTE vaya a tener un sitio asegurado en la NBA o siquiera una larga trayectoria en el baloncesto profesional. Hay demasiados factores y variables como para pensar en eliminar la posibilidad de fallo. Pero esto solo se podrá comprobar a largo plazo. Es cierto que Jean Montero, salido de Gran Canaria como futurible primera ronda del draft de 2022, ha caído bastante en las proyecciones previas. Aunque no es como si esto no hubiese sucedido centenares de veces a lo largo de los años. Del éxito deportivo de la Overtime Elite solo podremos ser jueces cuando estos chicos se asienten en la élite real del baloncesto mundial.
Hasta entonces y con todas las cartas sobre la mesa, las únicas incertidumbres que pueden existir son tres. Sostenibilidad económica a largo plazo, entorno mediático y gestión personal de los jugadores.
La Overtime Elite no tiene otra opción que ser un éxito económico a medio plazo para asegurar su existencia. Contar con unos 140 millones de dólares de presupuesto inicial supone un colchón para los primeros años, pero es prioritario afianzar fuentes de ingreso cuanto antes. Más con los abultados salarios y planes en el horizonte que coteja la organización. Por ello resulta crucial que, independientemente del funcionamiento deportivo, puedan vender un producto audiovisual transmedia que atraiga patrocinadores y nuevos inversores.
Zack Weiner, cofundador de Overtime, tiene una hoja de ruta clara. La liga ya ha firmado contratos multianuales con State Farm, Gatorade y Meta, la empresa matriz de lo que antes era el grupo Facebook. Esta última es realmente interesante por lo que supone abrir una nueva vía de engagement con su público a través de las Oculus Quest, las gafas de realidad virtual de Meta. Se desconocen las cifras exactas, pero varias filtraciones hablan de que estos patrocinios reportan varios millones de dólares anuales a sus arcas.
Otra de las patas económicas de la competición es la venta de merchandising. Por lo pronto los seguidores de la liga pueden obtener la camiseta de cualquier jugador a través de la tienda online o coleccionar los cromos oficiales de la competición, aunque Weiner y sus socios tienen unas cuantas ideas para líneas de productos futuros.
De momento, Overtime no quiere oír hablar de contratos televisivos. Gran parte del impacto que generan se debe al control que ejercen sobre su propio contenido. No obstante, el dinero de las televisiones es demasiado tentador como para cerrarle las puertas. “En algún momento estaremos preparados para vender nuestros derechos de distribución a los medios. Y creo que podemos ser exigentes porque seremos un producto que la gente joven quiera consumir. Ninguna liga alcanzará a las nuevas generaciones como lo hacemos nosotros” declaraba Weiner en The Athletic hace unos meses. Es decir, que esperarán a tener una posición de ventaja en las negociaciones para dar el paso definitivo. Lo cual supone el punto alrededor del que más dudas pueden aflorar por lo rupturista de su propuesta inicial.
Estridencias que no lo son tanto
La gran mayoría de los que lean esto, entre los que me incluyo, percibirán como estrafalario el ambiente que la Overtime Elite quiere crear. Durante los partidos, los altavoces que acondicionan el pabellón rara vez descansan de la enérgica narración que corre a cargo un grupo de influencers en la escena del baloncesto callejero. Mucho más reminiscente a lo que se puede esperar de una pachanga en Rucker Park que a una retransmisión de Mike Breen en la ABC. Hasta 29 cámaras, el triple que en un partido NBA promedio, tratan de capturar cada momento para publicarlo al momento en redes. Las primeras filas están frecuentadas por estrellas de la cultura urbana y sus ostentosos looks. Cada partido de esta liga grita ‘exceso’, pero es obvio el público objetivo de este lenguaje.
Sobran ejemplos de las dificultades que están teniendo las principales competiciones deportivas a nivel mundial para conectar con el público joven. Lo cual resulta hasta cierto punto irresoluble por temas de formato. Si tu principal producto son partidos que duran dos horas y los jóvenes de 15 años no son capaces de mantener la atención en algo más de 10 minutos, poco hay que hacer más que centrarse en contenidos de consumo rápido como viene haciendo la NBA. Pero el comisionado de la Overtime Elite Aaron Ryan da de lleno en una clave esencial para entender el éxito de su producto.
“Yo crecí inspirado por Kirby Puckett —béisbol— y Michael Jordan, héroes que tenían diez o veinte años más que yo. Pero esta generación está inspirada por ella misma. La gente joven quiere ver a otra gente joven. Mis hijos de 12 y 16 años no ven la televisión, están con sus teléfonos viendo a otros chavales hacer cosas”. Intervenciones como la de Florentino Pérez dirigiéndose supuestamente a las nuevas generaciones tras presentar el proyecto de Superliga Europea hace un año son risibles y dan a entender que muchos de los que manejan las altas esferas del deporte están a años luz de comprender a las generaciones que vienen desde abajo. Ryan y toda la cúpula de Overtime entienden a la perfección que los ídolos de los actuales adolescentes son otros adolescentes, y este es el lenguaje en el que se expresan le pese a quien le pese.
Dentro de la burbuja
Por último queda el miedo irracional a que estos chicos queden malogrados por la presión a la que están expuestos. Estos jugadores literalmente viven en una burbuja que les limita el contacto con el mundo real. Y todos los focos, el dinero y la expectación que les rodea pueden empujarles a tomar decisiones que acaben por truncar sus carreras e incluso sus vidas. ¿Verdad?
Cuando algo genera desconfianza por desconocimiento, lo normal es que el detractor fije su foco en los factores que percibe como nocivos olvidando que lo que denuncia aquí, existe en otros lugares desde hace tiempo. Por mucho que parezcan apartados del mundo, estos jóvenes comparten espacio con personas de su misma edad, intereses e inquietudes como lo haría cualquier chaval de instituto en Estados Unidos. Además de desenvolverse en un contexto de independencia que les ayuda al crecimiento personal lejos de su núcleo familiar.
Apuntar a la burbuja en la que viven las mentes de estos chicos ignora que la mayoría de ellos estarían siendo estrellas de instituto y sensaciones de masas a nivel regional de haber seguido el camino predeterminado. La era digital hace difícil que cualquiera de los más dotados talentos de la Overtime Elite no fuesen ya fenómenos de internet como antes lo fueron Zion, LaMelo, Jalen Green o Trae Young. Este nuevo contexto no hace más que enfocar esa notoriedad y hacer a los jugadores beneficiarios de lo que ellos mismos generan.
La misma historia de siempre
Llegando al escabroso tema del dinero, toca hablar de otro asunto igual de incómodo: el racismo soterrado que implica dudar sistemáticamente de estos jóvenes, la mayoría de ellos afroamericanos o latinos. El mundo del espectáculo lleva décadas poniendo ingentes cantidades de dinero en las manos de jóvenes estrellas. Hay casos para todo, pero hace muchos años que no se critica esto porque se entiende que estos jóvenes cuentan con una estructura familiar y ayudas externas que se encargan de gestionar el dinero y la fama de la mejor forma posible.
Temer por el futuro de los chicos de la Overtime Elite implica seguir suponiendo que provienen de núcleos familiares y urbanos desestructurados y que carecen del control necesario para asumir sus nuevas condiciones. Pero de los 90 ya han pasado 30 años y la mayoría de jugadores que llegan a la NBA responden a un perfil de clase media que nada tiene que ver con la pobreza extrema, la falta de formación académica o cualquier estigma con el que se castiga a la población negra y latina.
Detrás de todos estos jóvenes hay una asociación de más de 50 padres y madres que participan en la mayoría de las decisiones que se toman en Overtime con respecto a sus hijos. Todos ellos han recibido y reciben una educación digna y especializada para hacer de ellos los deportistas versátiles que demandan los nuevos tiempos. Reflexivos, vocales, conscientes de la realidad que les rodea aunque no la vean. Por si fuera poco, todos aquellos que terminen renunciando al baloncesto profesional al término de su ciclo en la OTE, recibirán becas universitarias por valor de 100.000 dólares.
La Overtime Elite puede tener tantos defectos como se le quieran achacar y su éxito a largo plazo aún queda por demostrarse porque el futuro no está escrito. Pero ya tiene la atención de más de 50 millones de personas por debajo de los 35 años. Recibe constantes visitas de estrellas del mundo del espectáculo y el deporte. Ha dado pie a artículos en Forbes, Time, Washington Post, The New York Times y otros reputados medios, deportivos o no, que profundizan y discuten sobre su impacto deportivo y económico. Y, sobre todo, cuenta con apoyos financieros que no ofrecen lugar a la zozobra. A todo esto no se le llama burbuja, se le denomina red de seguridad.
Los tiempos cambian, y los primeros en saber aprovechar esta ola de transformación partirán con ventaja. El mañana dictará sentencia, pero Overtime ha hecho todo lo que estaba en su mano por ser quienes lleven la bandera de una nueva generación de jugadores y aficionados al baloncesto. Descubrir lo que está por llegar debería causar fascinación y no miedo.
(Fotografía de portada de Jean Montero)