Sobra decir que es una sorpresa que los Atlanta Hawks hayan alcanzado las finales de conferencia. La pasada pretemporada el proyecto firmaba una estupenda agencia libre para dar el último empujón hacia ser competitivos y comenzaba la temporada con las expectativas de ser un buen equipo de baloncesto que de paso divirtiese a los espectadores neutrales casi tanto como a los locales. Lo de ser uno de los últimos cuatro candidatos al anillo le quedaba grande a la mente más imaginativa.
El destino es caprichoso, y hasta llegar al punto en el que nos encontramos, la franquicia ha tenido que dar un giro de 180º para llegar a ser justo lo que esperábamos de ellos. Quizás algo más. Pero tampoco mucho, pues las piezas para desplegar el juego que han desplegado estaban ahí, y ellos solo han tenido que mantenerlas en liza en el momento más importante.
Su caso podría compararse con el de Miami Heat el año pasado. Pero, aunque coinciden en lo sorpresivo, las formas de ambos son muy diferentes. Los de Erik Spoelstra fueron un conjunto cuyas piezas dieron un rendimiento individual inesperado. Llegados a postemporada, aún se tenían dudas de quien eran Bam Adebayo, Tyler Herro o Duncan Robinson. En apenas un mes, no solo se sabía de sobra quienes eran, sino que se pudo ver una muestra de lo que pueden llegar a ser. Los Heat dieron con la tecla colectiva en el mismo instante que sus individuos hallaban un pico inesperado de rendimiento.
Ahora, ¿cuántos jugadores de los Hawks han rendido los últimos meses claramente por encima de sus posibilidades? No hay respuesta clara. Es obvio que podían existir dudas sobre el núcleo joven de Atlanta, pero estaban más relacionadas con la incertidumbre de no saber si, llegado el momento, iban a estar a la altura de la situación. Y, sea como fuere, lo han estado.
A espaldas de Trae Young
Trae Young es el único que de verdad ha cambiado su estatus para siempre. De aquí en adelante, si todo marcha como se espera, será una de las cabezas de cualquier franquicia a la que le separen dos buenos movimientos de ser candidata. El resto de componentes, todos buenos jugadores, dependerán de su entorno para ser blanco de críticas o alabanzas.
Poco importa, pues en este preciso instante, ya han demostrado lo que tenían que demostrar. Los Hawks llegaban a semifinales de conferencia ‘de prestado’. A mediados de febrero, todavía con Lloyd Pierce como inquilino de su banquillo, había que ser muy optimista para pensar que aquel equipo superaría una ronda de playoff.
Parte de lo logrado encuentra explicación en esa confianza que otorga afrontar cada partido como un inusual regalo en las cortas carreras de la mayoría de su roster. Fuera de Trae Young y Clint Capela, absolutos pilares del equipo, la plantilla de los Hawks está plagada de perfiles capaces de generarse sus propias jugadas. A distintas escalas los Bogdanovic, Huerter, Gallinari, Lou Williams, Collins y compañía pueden tomar sus propias decisiones de forma eficiente.
Sin embargo, sobre la mayoría de ellos se cierne la idea de ser un ‘sí pero no’, ese prototipo de jugador con el que se cae en la trampa de juzgar más por sus condiciones que por el jugador que es en la actualidad. Y ahora mismo ellos son finalistas de conferencia méritos propios. Ante un rendimiento algo errático de su líder, todos ellos han dado un paso adelante coronado por la magnífica actuación de Kevin Huerter en el séptimo partido. Sin olvidar el quinto que firma Williams, el segundo de Gallinari o la regularidad que por fin ha mostrado John Collins. Si existe quien les pusiese un techo de cristal, lo han ignorado por completo.
Ante ellos se ha postrado un grupo de personas al que las caídas ya dejan cicatriz. Un equipo en el que las idas y venidas de Joel Embiid han dejado el testigo rebotando en el suelo. Lejos de dar un paso adelante, los secundarios de Philadelphia han sido presas de las voces que desnudan sus carencias, haciéndoles olvidar de golpe todas sus virtudes.
Mientras, los Hawks han demostrado entereza ante una cita en la que parecen haberse colado por la puerta de atrás. Más allá de levantar murmullos en el público general, la situación resulta inesperada incluso entre los que gestionan el barco. La segunda clasificación a las Finales de la Conferencia Este en la historia de la franquicia le llegan al proyecto en un punto de intersección.
La ventaja económica de la juventud
La gran apuesta Travis Schlenk llevó a cabo la pasada pretemporada incorporando a Gallinari, Bogdanovic y Rondo en la agencia libre pretendía devolver a la franquicia a la senda de los playoffs para insuflar ánimo competitivo en los jóvenes que aún no habían pisado postemporada.
Estas contrataciones son posibles gracias a que el núcleo del equipo estaba —y está— conformado por elecciones recientes en el draft. Los contratos de Trae Young, John Collins, Kevin Huerter, De’Andre Hunter y Cam Reddish aún se encuentran en etapa rookie. Baratijas para jugadores que ya han demostrado de sobra poder ser relevantes en cualquier contexto. Exceptuando a Reddish, demasiado castigado por las lesiones para sacar algo en claro.
El curso comenzaba con una lupa puesta sobre la situación salarial de cualquiera que no fuese Trae, destinado a firmar el máximo inminentemente. Ese mismo futuro contrato de Young es el que provoca que el resto de fichas colisionen entre ellas, ya que no hay suficiente pastel para todos. Ahora Schlenk se encuentra con la difícil tarea de gestionar el futuro de muchas piezas pagadas claramente por debajo de su precio de mercado, el cual se ha inflado más si cabe durante las últimas semanas. Incluso Nate McMillan ocupa actualmente una anecdótica plaza de interino que no le garantiza su continuidad. Bendito problema pensará el general manager.
Un instante de eternidad
Los Atlanta Hawks semanas viviendo en una nube de la que aún les tienen que bajar. No hay mejor ejemplo que John Collins. La salida del joven ala-pívot estuvo en el aire hasta el último día del mercado de traspasos. Después de que los Hawks no le ofreciesen una ampliación de contrato antes de comenzar la presente temporada, los rumores sobre su marcha han sido una constante en los últimos meses. El alivio mostrado por el jugador tras confirmarse la prolongación de su estancia lo dice todo sobre la tensión vivida.
Ayer Collins sale a rueda de prensa con gesto arrogante, redoblando su vacilante mueca con una camiseta estampada con la imagen de su mate frente a Embiid en el sexto partido. Collins bien sabe que en el momento que suene la bocina marcando el final de su temporada tendrá que enfrentarse otra vez a toneladas de rumorología sobre su futuro. Pero ahora disfruta de un momento que sigue sonando irreal. Él y su equipo han recibido una merecida prórroga para seguir disfrutando de un amor de verano tan efímero como intenso y del cual no se va a despedir tan fácilmente. Ya habrá tiempo de volver a la rutina.
(Fotografía de portada de Seth Wenig – Pool/Getty Images)