No es normal que a un jugador llamado a estar entre los diez mayores talentos de la liga durante más de un lustro se le rodeé tan bien como lo hicieron los Boston Celtics con Jayson Tatum. Desde que le eligiesen con el número tres del Draft de 2017, los verdes han tenido plantilla para competir por factor cancha en el Este de forma prácticamente ininterrumpida. De hecho, solo han caído de esa cuarta posición en la 2020-21, temporada marcada por las lesiones de Jaylen Brown, Kemba Walker y Marcus Smart.
En estas seis temporadas (la presente es la séptima) Tatum y los Celtics acumulan una final de la NBA, tres finales de conferencia y una semifinal. Solo Miami Heat y Milwaukee Bucks pueden mirar a la cara de ese historial, pero ambos han tenido dos salidas abruptas en primera ronda en estos años. Los de Florida incluso se perdieron los playoffs de 2019.
Este contexto, unido al de la franquicia más laureada de la historia que ha ganado un solo campeonato en casi 40 años, ha provocado que perdamos cierta perspectiva de lo que son ambos. Estos días somos testigos de juicios amnésicos alrededor de la figura de Tatum, al que ha urgido colocar lejos de la aristocracia de la liga por la aparición, sobre todo, de Anthony Edwards. Como siempre, estas verdades cinceladas en piedra tienden a ser presa de la necesidad de infravalorar a unos para encumbrar a otros.
Luna de miel
Ant, pasa también con Shai Gilgeous-Alexander, está en la etapa de mariposas en el estómago. Esa fase que se confunde con el enamoramiento y en el que los defectos se omiten para únicamente dejar a la vista las virtudes. A Tatum dicha porción de su carrera le duró poco por las exigencias ya mencionadas. Casi cabría localizarlo en aquel increíble primer impacto que dejó su debut en playoffs y que simboliza su póster a un LeBron James en plenitud. El mundo se aburrió rápido de su delicadeza técnica y su anotación ligera.
Desde entonces su acogida entre el público general ha ido variando. Pero con la sensación de siempre tender a subestimar sus prestaciones reales. Este año el entorno del que ha gozado hace especialmente atractivo recuperar alguna de esas narrativas tramposas que le circundan. Como la de que no aparece cuando el equipo le necesita o de su reducido impacto en las victorias. Precisamente cuando su actual versión responde a la demanda que durante años le pidió más altruismo.
Antes de nada, es cierto. Hay ocasiones en las que el contexto de partido pide que Tatum coja las riendas del mismo y no le termina de encontrar. En parte porque él pueda preferir la comodidad de no ser protagonista de continuo, en parte porque sus compañeros dejan de mirarle para romper sistema. Lo cual no implica barra libre para juzgar su carrera como cómputo.
Líder obligadamente precoz
No sin recordar que ha sido el líder indiscutible de los Celtics en, al menos, dos postemporadas de finales de conferencia y una de finales de la NBA. Que, desde que lo es, promedia 26,1 puntos en 74 partidos, que sería la octava cifra más alta para jugadores con al menos esa cantidad de partidos en la historia. A los 26 años, solo Kobe Bryant (119) y Tony Parker (111) habían jugado más partidos que Tatum en postemporada (102). Con el mismo límite de edad, solo Bryant supera los 2454 puntos de Tatum en playoffs. Una faceta que sigue ahí, intacta, a la espera de que el contexto de ella requiera como lo ha hecho en los dos últimos partidos en Cleveland (33 puntos en cada uno).
Porque si puede ser verdad que Tatum no muestra el dominio diario de los LeBron James, Kevin Durant, Stephen Curry, Luka Doncic o Nikola Jokic; su puntualidad sí puede mirarles a la cara. Mismamente el curso pasado, el alero promedió 28,3 puntos, 10,3 rebotes y 7,7 asistencias con un 50% en el tiro en partidos de eliminación ante Miami. Hasta que su tobillo le dejó convaleciente en el séptimo y definitivo. Antes, habían sido su milagrosa aparición en el sexto partido ante Philadelphia con 16 puntos en los últimos cinco minutos y sus 51 puntos en el séptimo los culpables de la presencia de los Celtics en finales de conferencia. Promedió más de 30 puntos durante todos los playoffs.
- En 2022: 39/5/6 y 6 robos para robar el factor en Brooklyn en primera ronda; 46/9/4 en Milwaukee para evitar la eliminación en el sexto de las semifinales; 31/8/5 para empatar las finales de conferencia a dos contra Miami y 26/6/9 para hacer lo propio en las finales ante Golden State.
- En 2021: 50/8/4 ante Washington en el play-in y 50/6/7 en la única victoria ante Brooklyn en primera ronda.
- En 2020: 34/8/6 para poner el 2-0 ante Toronto y 29/12/7 en el séptimo partido ante los mismos Raptors en segunda ronda; 31/10/6 para evitar la eliminación ante Miami en finales del Este.
Ni siquiera ponerlo en números hace justicia a un currrículum inasumible para la mayoría. Todo ello siendo igual de relevante al otro lado de la cancha. A Tatum se le pueden achacar noches en particular, pero su historial refleja que, a la larga, las críticas a su inconsistencia acaban siendo más producto de una exigencia desaforada que de un análisis real.
El curso pasado el alero mostró su versión más dominante en lo individual sin lograr alejarse del todo de las valoraciones negativas. Este parece haber dado un paso al lado y aun así ha dejado una línea estadística de 27 puntos, 8,1 rebotes y 4,9 asistencias (máximo de carrera). Ahora, habrá que esperar a que su equipo le necesite antes de ser ventajista y apuntar que no aparece en los momentos de la verdad. Hasta entonces, seguirá protagonizando su versión más solidaria de carrera y sumando victorias como lleva haciendo prácticamente desde que llegó a la NBA.
(Fotografía de portada de Maddie Meyer/Getty Images)