No tenía por qué decir nada, pero lo dijo. Los Celtics acababan de desaprovechar una ventaja de 14 puntos para caer ante los Bulls y certificaban así un penoso inicio de campaña. Frustrado a partes iguales por resultados y sensaciones, Marcus Smart sintió la necesidad de pensar en alto ante los periodistas y cámaras dispuestas en la sala de prensa del TD Garden.
“No quieren pasar el balón” era la lectura que se extraía de sus más de cinco minutos de comparecencia, lo cual ponía la pelota en el tejado de Jayson Tatum y Jaylen Brown. La infame rajada llevó a una todavía más infame reunión privada de jugadores. En ella lo primero que se dejó claro fue que el equipo en general no compartía la opinión de Smart, aunque tampoco se fue mucho más allá para intentar desentrañar los problemas reales por los que pasaba Boston.
Sirve este ejemplo para explicar lo que ha sido la carrera de Marcus Smart durante los últimos años. Un jugador que parece estar predispuesto a pisar cualquier charco pese a que nadie se lo pida. Y es que en los Celtics falta una toma de responsabilidades que su carácter impulsivo le empuja a ocupar.
Con la excusa de hacer balance del trabajo de Ime Udoka en sus primeros 50 partidos como entrenador NBA, Jay King dedicaba estos días un artículo en The Athletic a analizar el impacto del técnico en el equipo. El texto, más allá del contexto que aporta el escritor, es interesante por comprobar de primera mano las sensaciones de los jugadores y el propio Udoka. De ellas se puede extraer que, a pesar de los resultados, los jugadores piensan que se va en el buen camino.
Según ellos el equipo juega un poco mejor, las dinámica de vestuario es agradable, han devuelto el carácter defensivo al equipo después de perderlo el curso pasado, etc. Incluso Jaylen Brown agradece que se confíe en él como manejador mientras aprende, de forma muy paulatina, lo que ello supone con respecto a involucrar a sus compañeros.
No es nuevo en los de Massachussets el tono de condescendencia con el que se dice que cada poco hay que recordar a Brown y Tatum —y a algún otro— que existen más opciones que el tiro propio. La broma se hace sola cuando se sugiere que recordatorios similares se hacían con Tim Duncan cuando Udoka era asistente de Gregg Popovich.
Tomando la justicia por su cuenta
Tampoco sorprende pues que Marcus Smart no participe en dicha pieza periodística. Su brutal honestidad no casa con el discurso general que se busca en la misma. Aunque, para no faltar a la verdad, no es la única ausencia de un peso pesado del vestuario.
Smart no atiende demasiado al contexto que le rodea para labrar su propio camino. Y los Celtics, lejos de reconducirle, le asfaltan el sendero. Si la marcha de Kyrie Irving en 2019 dejaba libres casi una veintena de tiros, él se encargaría de absorber un 25% de los mismos. Si el adiós de Al Horford y Gordon Hayward en temporadas consecutivas provocaba un vacío en el playmaking, él lo rellenaría. Con mejores o peores resultados, Smart siempre ha acostumbrado a tomar responsabilidades sin que nadie se lo sugiriese y la mojigatería Celtic prefiere dejarle hacer antes que alzar la voz para señalar a uno de sus pupilos.
Normalmente se dice que el jugador asume cometidos que no le competen, pero se elude apuntar a que nadie parece estar dispuesto a hacerlo si no es Smart. Es cierto que es un jugador a menudo excesivo fuera de lo que debería ser su perfil, restando valor en los voceros de la liga a su contribución como defensor de absoluta élite. Pero también lo es que, mientras siga siendo jugador de los Celtics, no hay espolón como él en ese vestuario a la hora de guiar con el ejemplo propio.
En estas, aupado por el cansancio que le produce ver la inconsistencia creativa de jugadores con un talento muy superior al suyo, Marcus Smart se ha puesto el mono para ser el base de estos Celtics hasta donde le permitan.
De nuevo, se rumoreaba que Brad Stevens ya había puesto en duda que el texano asumiese este papel como una de las razones de su marcha de los banquillos. La posterior renovación por 4 años y 76 millones de dólares se firmaba casi con manos temblorosas. Lo que se deducía de las primeras declaraciones de Udoka como entrenador jefe era que su intención era que Tatum y Brown creciesen en el apartado organizativo, sin dedicar una palabra a Smart en este campo. Una vez más, actuó de forma unilateral.
Por mucho que él mismo diga que ha sido base de formación, Smart no tiene el talento natural como para ser el jugador que más balón amase mientras se mantiene un flujo coherente en el ataque. Con el balón en las manos tiende a una dudosa selección de tiro y a acelerar la jugada por encima de sus posibilidades técnicas y físicas. Se empeña en resolver cuándo es más que evidente que no es capaz de generar ventajas desde el bote con continuidad.
Los puentes de Marcus
Lo que sí domina Smart es la lectura de situaciones ya en movimiento. Nadie como él en Boston para leer jugadas con la defensa rival en medio de una transición defensiva, donde se muestra como el jugador más paciente a la hora de colocar las piezas que le rodean en el caos que aún reina.
NBA Stats registra a los Celtics como el quinto equipo que menos puntos en transición anota. El portal Inpredictable les sitúa como los duodécimos más lentos después de recuperación directa (9,1 segundos de media) y undécimos transitando tras rebote defensivo (11,6). Pero mientras en el primer apartado registran el tercer peor dato de la liga en puntos por posesión debido a su naturaleza atropellada, Smart tiene buena cota de protagonismo en el octavo puesto que ocupan en el segundo punto. Boston necesita transitar más a menudo si pretende escapar de su a menudo inmóvil ataque en estático, y Marcus es el más indicado del roster para hacerlo de forma eficiente.
No obstante, donde más interesa situar al base es como nexo entre los anotadores y secundarios del equipo. Smart es el máximo asistente del equipo con 5,5 pases de canasta por partido, pero está lográndolo siendo el cuarto jugador que más pick-and-roll ejecuta como manejador y acudiendo al aclarado menos de una vez por partido al aclarado. Su valor está en ser el único jugador exterior que agiliza el movimiento de balón cuando este pasa por sus manos. Aunque no siempre es el caso, Smart es el protagonista usual de la mayoría de situaciones de extra-pass de los Celtics y cuando el juego pasa por sus manos brevemente es señal de que el flujo ofensivo está saneado.
Todo lo expuesto no quita de pensar que Marcus no es el base adecuado para un proyecto que gira en torno a Brown y Tatum. Por más que la estadística avanzada le de la razón. Smart podría salir de Boston en este mismo periodo de traspasos y tampoco sería una noticia para llevarse las manos a la cabeza. Pero su marcha significaría la pérdida del único jugador que ha sido capaz de oponerse a un establishment social y deportivo que necesita de un acicate como el comer.
Hace poco, hablando de su rol como base del equipo, Marcus Smart decía que “he sido puesto a prueba por Ime [Udoka] y el resto. Pensaban que no era la persona para desempeñar ese rol. A pesar de que he demostrado poder serlo. Simplemente es más gasolina para salir ahí y demostrar que se equivocan”. No se me ocurren muchos jugadores en Boston capaces de protagonizar un alegato como este. Espero que, si finalmente deciden buscarle salida, no le terminen echando de menos.
(Fotografía de portada de Maddie Meyer/Getty Images)