Detroit Pistons sin Cade Cunningham por partida doble. New Orleans Pelicans sin Zion Williamson en el United Center. Toronto Raptors sin Pascal Siakam. Este ha sido el camino sobre el que los Chicago Bulls han edificado su mejor arranque de temporada desde la 96-97. 4-0.
Es cierto que, puesto sobre el papel, un inicio de calendario así resulta idóneo para empezar con buen pie. Pero si por algo existía una notoria expectación con la temporada de los de Illinois era por la intriga que despierta un lavado de cara como el que han sufrido en los últimos siete meses. Las cosas podían funcionar como lo han acabado haciendo, pero tampoco sería demasiado sorprendente haber visto a un equipo desnortado durante este inicio de temporada.
La acumulación de talento bruto no se traduce en victorias de golpe y porrazo. Antes hay que darle forma, y los Bulls aún buscan respuestas que terminen de darle sentido ofensivo al arsenal recién adquirido. Lógico viniendo de un grupo que solo mantiene a Zach LaVine, Coby White y Patrick Williams con respecto al inicio del pasado curso. Pero mientras el ataque lima asperezas, los Bulls ya han hecho acopio de una identidad defensiva que sitúa al equipo en un escalón desconocido en los últimos años.
Argamasa defensiva para los cimientos del proyecto
Todo parte de una excelente defensa del lado fuerte. En apenas cuatro partidos, los Bulls se muestran como uno de los equipos más impecables colapsando los aclarados y el juego de pares rival. Son, junto a Toronto, el equipo que más desvíos acumula por partido, y la mayoría de ellos provienen de encerrar a los exteriores contrarios en zonas interiores para colapsarlas con un tercero.
Chicago es una defensa agresiva pero no presionante. Es decir, que defiende con sus exteriores bastante por encima de la línea de tres pero sin buscar el robo o la línea de pase por norma. De nuevo, los Bulls apenas se han visto por debajo en el marcador, por lo que este tipo de defensas podría convertirse en un recurso a lo largo de la temporada. Pero por el momento, lo normal es que Ball, Caruso o Williams nieguen el centro de forma descarada para montar la trampa con Vucevic a la altura de tiro libre. Si el rival consigue ganar carril central, siempre se encontrará con un tercer hombre que salte al robo sobre penetración.
Sabedor de que en equipos sin un creador claro el midrange se convierte en la principal zona de distribución por ser normalmente la más vacía, Donovan opta por sumar cuerpos a este espacio. Lo cual hace que el equipo pueda descuidar algo más sus vigilancias en lado débil por lo complicado que resulta para el atacante encontrar a un compañero abierto al otro lado de la telaraña.
Como consecuencia a todo esto, según NBA Stats Chicago es el tercer equipo que más lanzamientos permite en la zona restringida. En parte porque priorizan la defensa en otra parte, y en parte por su prematuro problema con el rebote defensivo. Los Bulls parten de inicio con una alineación donde Vucevic es la única referencia interior con Patrick Williams partiendo como teórico ala-pívot. Por su desempeño defensivo, el equipo es uno de los que más pérdidas fuerza y menos tiros totales recibe de la liga, pero también el tercer peor dato en porcentaje de rebotes defensivos. Curiosamente, esto no se traduce en demasiados puntos en segundas oportunidades o en la pintura. Por contraparte, son el conjunto al que menos porcentaje total de tiros le lanzan desde el triple, producto de la altura que toman sus defensores exteriores de partida.
Todo ello les convierte en la tercera mejor defensa de un inicio de temporada marcado por un bajón en la anotación con respecto a la efervescencia de los últimos años. Sin embargo, como algunos de los sistemas defensivos más rocosos de pasadas temporadas regulares, los recién nacidos Bulls tienen un punto débil muy evidente. Fue Fred VanVleet el primero en desnudar la fragilidad de Vucevic defendiendo en aclarado lejos del aro, atacándole una y otra vez sin que el montenegrino pudiese hacer nada.
Donovan ha logrado esconder a DeRozan y hacer que LaVine sea un recurso útil en defensa gracias a su envergadura y velocidad de manos. Pero deberá trabajar un nuevo sistema de ayudas para que su pívot no sea expuesto de esta forma cuando lleguen los partidos importantes.
Encrucijada ofensiva
Evidentemente, hablamos de un equipo aún por hacer y al que le quedan muchos retos por delante. Aunque no sean un adalid ofensivo, la presencia de Lonzo hace que los tiros se repartan en consecuencia y que sea habitual ver secuencias largas de pase. Pero a DeRozan y LaVine aún les cuesta encontrar sus zonas cómodas con consistencia. Donovan aún no sabe bien qué papel darle a Caruso en ataque y con qué estrella hacerle compartir más minutos junto a la segunda unidad.
En los dos finales apretados que se han terminado llevando, pusieron la bola en manos de LaVine y DeRozan para cerrarlos, pero estos tuvieron que matar el partido unas cuantas veces por el caos al que tiende el equipo. En demasiadas ocasiones límite acaban ejecutando la jugada que el rival quieren que ejecute, dejando la patata caliente en manos de Caruso o Vooch.
Pese a ello, levantan victorias que siempre dejaban escapar en la era LaVine. Que las evidentes dudas no afecten al plan general de juego es la mejor de las noticias. Los Bulls, están en el buen camino, por placentero que haya sido este hasta ahora.
(Fotografía de portada de Jonathan Daniel/Getty Images)