30 equipos, 30 secundarios (22-23) – División Pacífico 

Cuarta entrega ya. Y sólo faltan dos. Esta vez vamos con una de las divisiones más interesantes de la NBA. Donde su habitual patito feo, ...

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Por David Sánchez

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Cuarta entrega ya. Y sólo faltan dos. Esta vez vamos con una de las divisiones más interesantes de la NBA. Donde su habitual patito feo, los Sacramento Kings, ha sido el mejor clasificado en la temporada regular. Además, los vigentes campeones, los siempre estridentes Lakers, unos Suns moviditos y los Clippers. Primera vez que los cinco se meten en playoffs en una misma temporada. En realidad hoy debería de haber sido el turno de la División Suroeste, pero tenía más trabajo avanzado con esta y hay que cumplir unos cierres. A continuación, los enlaces con los episodios anteriores.

División Atlántico

División Noroeste

División Sureste

Phoenix Suns – Dan Schulman

Ni toda la presión social y mediática. Ni escuchar a Chris Paul y LeBron James alzar la voz. Ni la idea de ser sancionado durante un año completo sin poder ejercer ninguna actividad dentro de una organización que, sobre el papel, le pertenecía. Nada de esto hubiese provocado que Robert Sarver soltase su juguete 19 años y decenas de prácticas laborales bochornosas y bien documentadas después. 

Pero amigo, la pela es la pela. El 16 de septiembre, tres días después de que la NBA hiciese oficial la sanción al entonces propietario de los Phoenix Suns, PayPal publicaba un comunicado que rezaba lo siguiente: 

«Paypal es una compañía guiada por valores y que tiene un fuerte historial combatiendo el racismo, el sexismo y todas las formas de discriminación. Hemos revisado el informe de la investigación independiente que la NBA ha llevado a cabo sobre el dueño de los Phoenix Suns, Robert Sarver, y percibimos esta conducta como inaceptable y en conflicto directo con nuestros valores. Por ello, el patrocinio que PayPal mantiene con los Phoenix Suns finalizará al término del presente curso. No renovaremos nuestra relación si Robert Sarver continúa en la organización después de finalizar su suspensión. 

Mientras rechazamos con fuerza la conducta de Robert Sarver, mantenemos nuestro apoyo al equipo, sus jugadores y el experimentado y diverso talento que lidera la organización. Incluyendo al entrenador Monty Williams, el general manager James Jones, su asistente Morgan Cato y el Vicepresidente de Personas y Cultura Kim Corbitt».

Dan Schulman, CEO de PayPal

El escrito no sólo suponía un revés en las cuentas de unos Suns que portan el parche de la marca en su pecho, sino que abría la puerta para que el resto de sponsors fuesen dando la espalda a la franquicia uno a uno. Ante tal amenaza, a Sarver no le quedó otra que recular. Tras reafirmar su postura como propietario inmediatamente después de que la NBA hiciese pública la sanción, el 22 de septiembre el multimillonario publicaba una nueva carta en la que anunció el inicio del proceso de venta de la franquicia (aprovechando para introducir preocupantes dosis de victimismo entre líneas).

Este llegó a su fin el pasado 8 de febrero, cuando Mat Ishbia firmaba los últimos documentos que le convertían en nuevo propietario de los Suns. Esa misma tarde/noche, Kevin Durant llegaba a Phoenix. “No es ganar este año. Ganaremos en 2027, 2029 y 2031”, fue una de las primeras declaraciones de Ishbia como dueño, con el aval de KD ya bajo el brazo. 

Y, si bien cambiar a un tacaño como Sarver por un verdadero apasionado del deporte cuyo único objetivo es el de formar una dinastía es algo a celebrar, la mejor noticia para los Suns es la limpia que presuntamente supone esto en la toxicidad laboral que ha respirado la organización durante las últimas dos décadas. “Voy a cambiar la cultura de esta franquicia”, dijo poco después de tomar posesión. Ojalá que sea para bien.

Los Angeles Lakers – Rob Pelinka

“Año de contrato”. No hay tres palabras que ericen más el vello de los gerentes de la mejor liga de baloncesto del mundo (en realidad para ellos son dos: contract year, que a todo le sacáis punta). Cuando un jugador sabe que se sentará a firmar un nuevo contrato al término de esa temporada, lo normal es que su motivación se dispare para tener argumentos frescos con los que negociar ante las implacables artimañas de los de traje. Pero ¿qué tiene que hacer un presidente de operaciones para que se le conceda una lucrativa extensión de contrato?

Cabría esperar que tuviese que acumular años suficientes de maestría en los despachos como fue el caso de Masai Ujiri hace un par de veranos o el palo que seguramente vaya a dar Bob Myers este mismo período estival. Sin embargo, hay ocasiones en las que estas renovaciones se explican algo peor. 

Tras un año marcado por las tensiones entre los jerarcas de la plantilla y la gerencia por ver quién tomaba el mando de las decisiones y pesaba más en la disfuncionalidad que se veía cada noche en cancha; después de un verano de promesas que no se cumplieron y dejaban una plantilla con problemas diferentes, pero tan limitantes como los de la campaña anterior; el seno de Los Angeles Lakers dejaba escapar una sorprendente noticia. 

En voz baja y un par de semanas después de que aconteciese, los medios estadounidenses se hacían eco a inicios del pasado octubre de la renovación de Rob Pelinka al mando de las oficinas angelinas hasta 2026. Justo cuando parecía que su crédito se tambaleaba, Jeanie Buss decidía obsequiarle con cuatro años más de contrato. 

Lo lógico era pensar que Pelinka, exrepresentante de Kobe Bryant y que había llegado al puesto tras la renuncia de Magic Johnson en 2019, no había hecho méritos recientes como para ganarse dicha extensión. Pero, de forma contraria a lo que suele pasar después de que un jugador se asegure su futuro y baje su rendimiento fruto de la distensión por el objetivo logrado, el directivo de los Lakers iba a tratar de ganarse su extensión en los próximos meses. 

El tiempo pasaba con la cúpula de oro y púrpura pidiendo paciencia de cara a posibles movimientos. “Esperaremos dos semanas para ver si movemos a Westbrook”, se leía en los titulares durante los albores de la presente campaña. De ahí se pasó a Navidad y así hasta llegar a las fechas cercanas al mercado de traspasos. Fue entonces cuando se obró el milagro. Porque pasar de tener en plantilla a Kendrick Nunn, Patrick Beverley y Russell Westbrook a obtener a Rui Hachimura, Jarred Vanderbilt, Malik Beasley y D’Angelo Russell entregando sólo una de las dos elecciones de draft a futuro que permanecían en las arcas de los Lakers no puede verse de otra forma. 

https://twitter.com/dodyahs/status/1645231186216624128?s=20

En quince días la franquicia solucionó buena parte de sus problemas estructurales. Desde ese 9 de febrero, los Lakers tienen el tercer mejor récord de la liga igualados con los Boston Celtics. Han llevado sus porcentajes hasta una decencia desconocida durante el primer tramo de temporada, abusan de la pintura como ya venían haciendo y tienen la cuarta mejor defensa desde el All-Star. Es cierto, nada de esto sería posible sin un Anthony Davis por fin sano y líder, pero facilitarle la vida en ambos lados era mortal de necesidad. Bien Pelinka en su post año de contrato.

Los Angeles Clippers – Norman Powell

Es difícil relatar la cantidad de altibajos que ha sufrido la temporada de Los Angeles Clippers desde su inicio. Las dudas con la salud de Kawhi Leonard al comienzo y la mediocridad del equipo en general, el repunte de principios de año con el alero volviendo a su mejor versión, los secundarios sumándose a la causa y el impás que supuso la llegada de Westbrook, que parecía cortar cualquier dinámica positiva pero que se ha terminado asentando para acabar la temporada en alto a pesar de la lesión de Paul George. 

Y en todo ese magma de sucesos, rachas y estados de forma; brilla por encima del resto el mencionado tramo que va desde el último tercio de enero hasta mediados de febrero. Es entonces donde surgen dos de las grandes noticias del año para los Clippers: el paso adelante de Terrance Mann y la candidatura en firme de Norman Powell como Sexto Hombre del Año. 

https://twitter.com/sanchezoide/status/1622144918423588866?s=20

El ala dejó atrás la irregularidad y los problemas físicos que atravesó en los dos primeros meses de temporada, y en el primer mes y medio de 2023 al fin demostró ser ese genial anotador de apoyo que los Clippers esperaban. Del 1 de enero al 14 de febrero, sus promedios escalaron hasta los 19,2 puntos con porcentajes del 49,6% en tiros de campo y 44% desde el triple, además de visitar el tiro libre algo más de cinco veces por partido. 

Powell es el tercer anotador más completo con el que cuenta la plantilla angelina, y toda una bendición para jugadores que absorben tanta cuota de balón como el trío de estrellas que forman Kawhi, George y Russ. En realidad para cualquier equipo. Powell puede liderar la segunda unidad con pequeñas dosis de creación desde el aclarado y el pick-and-roll, sobre todo si este viene en movimiento y no desde parado. 

Pero lo más interesante es cómo su arsenal de juego sin balón y agresividad al mínimo contacto con este raja las defensas que, sobre todo Kawhi, abre en lado fuerte. Powell aúna gran amenaza exterior con y sin bote, verticalidad notable hacia el aro y amenaza en el midrange para resolver cualquier acción que llegue a sus manos con la ventaja ya generada. A menudo, la figura del sexto hombre se construye desde el exceso de volumen de juego, pero en el juego del actual Powell nada sobra. Mi máximo candidato al galardón. 

Sacramento Kings – Harrison Barnes

Admito que he pensado en situar aquí al Golden 1 Center o a toda la ciudad de Sacramento. La temporada que nos han regalado los Kings también ha hecho recordar lo que es la afición del patito feo de California. Y sus campanas y el LIGHT THE BEAM y la emoción al borde de la lágrima de Kayte Christensen recordando por lo que ha pasado la organización y la gente de Sacramento desde que comenzaron los 16 años de desdicha. Durante años la ciudad ha estado en serio riesgo de perder su franquicia de baloncesto. Nada más catártico que esta ansiada presencia en playoffs para una comunidad tan especial. 

Pero al final me he terminado decantando por Harrison Barnes porque, de todos los factores con los que se explica la magnífica temporada de los Kings, ninguno ha pasado más desapercibido. Casi sorprende ver que el alero ha jugado los 82 partidos de la regular como titular y por encima de los 32 minutos de juego. Probablemente ahí esté la clave. En que, haciendo una temporada muy similar a las que venía haciendo, Barnes ha pasado desapercibido porque es su rol ideal en un conjunto que tiene argumentos suficientes como para dejar que él trabaje en la sombra. 

Durante años, el ex de Warriors y Mavericks ha sido más carne de traspaso que jugador de baloncesto para el escrutinio público. Visto casi como si fuera un valioso utensilio esperando estar en las manos correctas. Pero este año, ha resultado ser un complemento de lujo (que siempre lo fue) en un conjunto de históricos guarismos ofensivos y que ha acabado la temporada con el tercer mejor récord del Oeste. 

Cuando le preguntan por Barnes, Mike Brown siempre hace referencia a una virtud suprema. “La calma”. De ahí que, en un equipo guiado por la efervescencia de su ataque, él quede relegado a un tercer plano a pesar de que su impacto en el juego pida más focos. Un tipo tranquilo en un equipo que va a mil por hora, un notable defensor en una defensa que hace aguas. Fuera de la dupla Sabonis-Fox, Huerter y Monk son la viva imagen de estos Kings. Incesantes, enérgicos, desvergonzados. Mientras, Barnes va rellenando los espacios que todo ese caos controlado deja desprovistos. 

Es el símbolo de la tan necesaria veteranía, especialmente en equipos de la juventud de estos Kings. Y, aún más importante, un jugador que se ha hecho viejo en Sacramento. Que entiende la idiosincrasia de la franquicia y la ciudad. Todo ello lo hace imitando la imagen que el público general e incluso los medios especializados: sin darse un ápice de importancia. Planitud hecha jugador. No sé si es el secundario que los Kings merecen, pero sí el que necesitan. 

Golden State Warriors – Chase Center

Primero el Oracle y más tarde el Chase Center han sido actores primordiales en la edad dorada vivida en la Bay Area. Quizás haya que retrotraerse al Forum de Los Ángeles para encontrar un estadio más protagonista en el estado de ánimo de un equipo. Y nadie se ha aprovechado de la electricidad de su pabellón como los Warriors y Stephen Curry, capaces de arrasar la animosidad de sus rivales en un suspiro colgados del aliento de su público. 

Este curso no ha sido muy diferente, ya que el 33-8 que Golden State ha firmado en casa es el tercer mejor récord como local de toda la NBA sólo por detrás de Memphis y Denver. Y falta ha hecho para solventar el nefasto concurso de los Warriors como visitante. Tan solo tres equipos han ganado menos partidos fuera de casa: Pistons, Rockets y Spurs. Más perspectiva. En todo el año, han ganado tan solo 11 partidos fuera de casa. Durante los pasados playoffs ganaron cinco.

Gran parte de la narrativa en torno a los Warriors se ha basado en hallar explicaciones a este raro fenómeno. Siendo la más obvia la dicotomía defensiva del equipo. El ataque más o menos se mantiene, siendo el décimo mejor en casa (116,2 puntos anotados por cada cien posesiones) y el undécimo fuera (114,1). Pero su rating defensivo pasa de ser el tercero mejor (108,4 puntos recibidos por cien posesiones) al tercero peor (118,3). 

Lo curioso es que hay pocos factores cuantitativos que expliquen esta diferencia. Los Warriors reciben más o menos los mismos puntos en la pintura dentro y fuera del Chase Center, siguen cometiendo un tropel de pérdidas por encuentro y, de hecho, defienden peor la transición como locales que como visitantes. Además, su rotación primaria (Curry, Thompson, Green, Poole, Looney, Wiggins) se ha perdido 54 encuentros en casa y 49 fuera. 

Esto deja al rebote defensivo (y concesión de segundas oportunidades) y a la defensa del triple como únicos factores explicativos. Especialmente interesante es esta última. De nuevo, Golden State es el tercer equipo que mejor defiende el triple de la liga, permitiendo un 33,1% a sus rivales. Lo cual resulta lógico porque, más allá de individualidades, la defensa colectiva de los Warriors casi siempre ha sido élite y, de hecho, el año pasado le sumó varios recursos que la enriquecieron (como son las zonas y las defensas mixtas que de cuando en cuando introduce Kerr). 

Sin embargo, los de San Francisco pasan a permitir un 39,7% desde el triple fuera del Chase Center. Equivalente a la que sería la peor defensa de la liga en estas lides. Y, aunque la suerte pueda tener cierta parte en la defensa del triple, es difícil que un equipo sea tan consistentemente malo en esta como visitante. Lo cierto es que el ojo, tal vez sugestionado, tiende a ver que los Warriors acometen con más desdén las acciones que demandan compromiso defensivo fuera de casa. Pero ni tan siquiera esto esclarece la situación. 

Quizás, la mística del Chase Center haya adquirido más sentido que nunca. Aunque llegados los playoffs ¿pesará más este mal trago o el hecho de llevar 27 rondas consecutivas ganando al menos un partido fuera de casa (récord histórico)? 

(Fotografía de portada de Ezra Shaw/Getty Images)

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