30 equipos, 30 secundarios 2024 – División Sureste

Finiquitamos ya la conferencia Este y solo queda una entrega de la serie. Hoy más baloncesto puro y duro que en cualquiera de los anteriores ...

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Por David Sánchez

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Finiquitamos ya la conferencia Este y solo queda una entrega de la serie. Hoy más baloncesto puro y duro que en cualquiera de los anteriores capítulos. A continuación, los enlaces para ‘disfrutar’ de las anteriores entradas:

División Atlántico

División Pacífico

División Central

División Noroeste

Atlanta Hawks – Onyeka Okongwu

¿Qué tiene que hacer Onyeka Okongwu para ser el pívot titular de los Hawks? Apenas hay facetas del juego en las que, hoy por hoy, Clint Capela suponga una ventaja con respecto al joven interior. Okonwu es mejor finalizador, infinitos más recursos técnicos que su contraparte, tiene más rango de tiro, mejor pase y juego de espaldas y no es peor bloqueador.

Defensivamente es mucho más versátil que el suizo, que a estas alturas ya solo puede hacer de ancla defensiva mientras el estadounidense puede quedar emparejado con exteriores con soltura. Es más, Atlanta es el equipo que más dobles ayudas lanza en situaciones de bloqueo directo para evitar que Capela defienda en espacio abierto. Solo el poder reboteador y la amenaza vertical de Capela suponen una ventaja con respecto a Okongwu. Parte sin la que no se entiende lo que podría ser una mayor química con Trae Young. Atlanta es un equipo de la mitad baja de la liga en lo que a control del rebote defensivo se refiere, pero vive mucho de su poder en el tablero contrario (30,9% de capturas) para generar segundas oportunidades en un ataque mediocre en lo que a eficiencia en el tiro se refiere.

Hasta aquí todo bien. Pero, dado que esta estructura mantiene a los Hawks en la absoluta mediocridad, ¿por qué no apostar de manera definitiva por Okongwu? Aún disputando casi el mismo tiempo de juego que Capela, el interior de cuarto año es el noveno jugador en la rotación de Quin Snyder. Que, por cierto, nunca utiliza formatos sin cinco.

Tres de las cinco alineaciones más eficientes de Atlanta, entre ellos la más eficiente (+18,2 por cada 100 posesiones) tienen a Okongwu como pívot. Sin embargo, las cinco alineaciones con mayor número de posesiones disputadas parten con Capela en el puesto de cinco. Al suizo le queda una temporada de contrato después de esta y ya ha estado en algún que otro rumor en los últimos cursos. Siendo expiring, debería de ser prioridad en los Hawks traspasarlo y dejar que Okongwu tirase la puerta o al menos lo intentase. 

30 equipos, 30 secundarios 2024 - División Sureste
Fuente: Cleaning the Glass

Charlotte Hornets – Vasiljie Micic

No había llegado 2024 y en Europa ya comenzaba a sonar el runrún. A Vasiljie Micic, MVP y dos veces campeón de la Euroliga, no le estaba yendo demasiado bien en su aventura NBA. Oklahoma se estaba destapando ya como una de las potencias del Oeste, y al base serbio sólo le quedaban ratos sueltos que él se tomaba como una oportunidad para no fallar más que como una coyuntura para demostrar. El pase era su único idioma en sus primeros meses en la mejor liga del mundo. 

Los rumores iban creciendo según avanzaba enero y su exentrenador en Anadolu Efes, Ergin Ataman, insinuaba que Panathinaikos trabajaba para adelantarse a su regreso. Pero llegó su traspaso a Charlotte Hornets en el intercambio de Gordon Hayward y Micic al fin pudo soltarse. Nada más aterrizar en Carolina del Norte, el serbio protagonizó el que hasta entonces era su mejor partido NBA: 18 puntos y 9 asistencias con un 61% en el tiro y dos de tres triples. 

Desde entonces, Vasa se ha destapado como el mejor pasador de la camada de novatos. Aunque suene raro decirlo de un jugador con 30 años. Lidera con holgura a los rookies en asistencias por cada 36 minutos con 8 pases de canasta. Más allá de eso, se le ve mucho más confiado a la hora de arrojarse al interior y lanzar. Ha pasado de 3 tiros y 1,5 triples por noche a 9,6 y 3,7. Aunque los porcentajes desde fuera siguen sin llegar.

Esto le ha hecho borrar cualquier idea de volver, si es que ha existido alguna vez. En una entrevista con Mundo Deportivo le hizo un guiño a Efes, pero también dejó más o menos clara la intención de cumplir su contrato. Cualquiera perdona siete ‘kilos’ y la oportunidad de firmar una opción de equipo por 8 más. 

Orlando Magic – Jalen Suggs

Criado para ser una estrella, Jalen Suggs es hoy uno de los obreros más disciplinados de la liga. Terrell Suggs, leyenda de los Baltimore Ravens de la NFL y Larry Suggs, padre de Jalen, son primos segundos. Precisamente, fue el ex linebaker y defensive end quien impulsó la carrera de su ¿sobrino, primo? Nunca sé cómo se dice. 

El caso, que en edad de instituto, fue Terrel quien le dio el dinero necesario a Larry para formar un equipo en el que su equipo compitiese en el circuito AAU. En Grassroots Sizzle, proyecto que nació en colaboración con la marca deportiva Under Armour, Suggs comenzó a llamar la atención de los cazatalentos del país. Al menos de los enfocados al baloncesto, ya que el ahora jugador de los Magic estaba también entre los proyectos de instituto más anticipados del país en fútbol americano. 

Finalmente, Suggs eligió el baloncesto y a la universidad de Gonzaga, uno de los programas más de moda de la NCAA en tiempos recientes. Desde el primer día, Suggs fue el líder de unos Bulldogs que a punto estuvieron de firmar la temporada perfecta. El base estampó su nombre en la historia del March Madness con un tiro ganador antológico en el penúltimo encuentro del torneo antes de caer en la finalísima ante Baylor. 

Al menudo exterior de Gonzaga todas las quinielas le colocaban entre los tres primeros de la clase de 2021, en la cual el uno estaba asegurado para Cade Cunningham. Suggs fue cayendo según se fueron dando las pruebas previas, pero en su día se vio como un error claro que los Toronto Raptors optasen por Scottie Barnes como número cuatro, dejando caer a Sugggs al cinco que pertenecía a los Orlando Magic. 

El mal pie con el que entró el base en la liga y el enorme primer curso de Barnes, nombrado Rookie del Año, le dieron la razón a los canadienses. Jalen no iba a ser, de primeras, el floor general que se esperaba. Pero, a pesar de las dificultades ofensivas, Suggs demostró dos cosas desde el primer día: unas cualidades defensivas de élite y un infinito fuego competitivo. 

El base es de esos que se condena por cada rotación a la que llega una milésima tarde o por cada canasta fácil que anotaba su par. Y fue así desde el primer momento. Ya en su segunda temporada quedó claro que la proyección del sobrino-primo de Terrel era la de llegar a ser uno de los mejores defensores perimetrales de la liga. 

Esta temporada todo ha hecho click en Orlando. El asentamiento de Paolo Banchero y Franz Wagner como estrellas de la liga. El regreso de Jonathan Isaac. La conformación de una de las mejores defensas de la liga. Y la regularidad ofensiva de Suggs. 

Lo defensivo sigue intacto aunque, curiosamente, según Cleaning the Glass los Magic reciben 0,7 puntos más por cien posesiones con Suggs en cancha que cuando no está en pista. Quitando esa curiosa paradoja, el exterior es octavo en robos y décimo en desvíos por cada 36 minutos. El D-EPM de Dunk and Trees le coloca como el undécimo defensor de mayor impacto en la liga y la medición DARKO entre el 8% de mejores defensores de la temporada. 

Pero donde está la verdadera evolución y lo que va a permitir que su estancia en cancha sea sostenible está al otro lado. Después de meter menos de un 30% en sus dos primeros años en la NBA, Suggs ha estado por encima del 40% buena parte de la temporada y ahora mismo está en un 39,8% de acierto exterior en más de cinco intentos por noche. Esto, sumado a la continuidad física de la que ha gozado le han hecho encontrar un lugar perfecto como desahogo creativo de Banchero y Wagner. Suggs sigue teniendo alma de base y tomar buenas decisiones está en su ADN. 

Lo mejor es que el ex de Gonzaga, que ya es un defensor exterior a la altura de los mejores, aún tiene margen de crecimiento en ambos lados de la cancha. Sobre todo a la hora de tomar más riesgos con el balón en las manos sin que su ratio de pérdidas se dispare. Suggs aún no es un factor determinante en la creación a media cancha. Apenas acude a situaciones de bloqueo directo o aclarado, quizás por el miedo adquirido como manejador en su primera campaña. Pero los ingredientes para ser un generador secundario de lujo están ahí. De momento, no quedará otra que conformarse con uno de los defensores más excitantes del planeta. 

Washington Wizards – Wes Unseld Jr. 

Hay una tendencia algo perversa en la NBA con los entrenadores elegidos para llevar proyectos en reconstrucción. Estos suelen ser apuestas del presidente de operaciones de turno bajo el lema “mucho que ganar, nada que perder”. Hay franquicias que afrontan esta búsqueda con las cosas claras. Utah con Will Hardy, OKC con Mark Daigneault. Y otras más timoratas. Houston con Stephen Silas. 

La última vez que los Washington Wizards se vieron en la tesitura de elegir entrenador, ni siquiera sabían lo que querían. La marcha de Russell Westbrook abría las puertas a una reconstrucción imposible de ejecutar del todo con Bradley Beal en el equipo. Tener a un jugador de su talento asegura un mínimo de 30 victorias que no pueden competir con el descarado tanking de otras franquicias. 

En esta tesitura, los capitalinos eligieron a Wes Unseld Jr. por sus obvios vínculos con la organización y le pidieron el envenenado reto de competir y desarrollar al mismo tiempo. El técnico puso énfasis en lo defensivo, logrando mejorar los números de Scott Brooks y haciendo encaje de bolillos con una plantilla que vio hasta 29 jugadores distintos pasar por el banquillo. 

Su segundo curso ya indicó cierto estancamiento en el desarrollo individual y colectivo del equipo, firmando un 35-47 idéntico al de su primera campaña pero empeorando sensiblemente el net rating global. Para más inri, ni Deni Advija ni Corey Kispert, las dos elecciones de lotería más recientes, terminaban de despegar. Mientras, la franquicia decidía traspasar a Bradley Beal menos de un año después de firmarle una extensión de cinco años y 251 millones de dólares que incluía una cláusula para vetar cualquier traspaso. 

Llegados a ese punto, lo normal es empezar de cero desde todos los frentes, pero gastar la bala del legado Unseld era demasiado osado incluso para una franquicia tan errática. La temporada de los Wizards, con Jordan Poole y Kyle Kuzma al frente, se avecinaba divertida. El continuo Shaqtin-a-Fool que fueron los primeros meses de competición en Washington se tradujeron en un 7-36 a finales de enero. 

Michael Winger y Will Dawkins, presidente de operaciones y general manager que sustituyeron el año pasado a Travis Schlenk, necesitaban un entrenador que moviese el árbol. Y Unseld seguía confiando en las mismas unidades que tenían al equipo luchando por ser el conjunto más vergonzoso de un Este donde conviven con los Detroit Pistons. Su despido el 26 de enero, alegaron, se debía más al cómo que a la cantidad de derrotas. No es casualidad que, una vez nombrado Brian Keefe como interino, los directivos decidiesen por él que Poole comenzase a partir desde el banquillo. 

Todo esto me hace pensar en la carrera de Wes Unseld, quien se ganó una excelente fama en sus quince años como asistente de los propios Wizards, los Warriors, los Magic y los Nuggets, donde llegó a ser la mano derecha de Mike Malone, su paso definitivo hacia el puesto de entrenador jefe. Toda una vida entrenando con el sueño de llegar a ocupar esa posición privilegiada que compartir únicamente con 29 personas en el mundo. 

Es cierto que Unseld no ha sido capaz de poner al equipo en la situación adecuada para sacar el máximo de sus (exageradamente) finitos recursos. Que el tren de entrenar un equipo NBA, más si cabe en el que tu padre se convirtió en leyenda, pasa una vez en la vida. Pero cuánto trabajo bien hecho para recibir un equipo sin rumbo desde las oficinas y dejar un manchón en el currículum difícil de limpiar. 

Miami Heat – Duncan Robinson

Son curiosos los altibajos que ha sufrido la carrera de Duncan Robinson desde que los Miami Heat decidieron ficharle fuera del draft después de que su cuerpo técnico presenciase “la mejor sesión de tiro nunca vista”. Robinson fue incapaz de trasladar la confianza de ese workout a la NBA, el chico lanzaba con la muñeca contraida, como sin creer legítimo su presencia allí. “Ni siquiera era la estrella de mi instituto, nunca diseñaron jugadas para mí”, admitió más tarde. 

Esto le llevó a pasar la mayoría de su primera campaña en Sioux Falls Skyforce de la G League. Normalmente la Summer League sirve para poco más que sacar conclusiones precipitadas por parte de los que miramos desde fuera, pero en el caso de Robinson, fue su excelente participación en Las Vegas en el verano de 2019 lo que provocó la insistencia de Erik Spoelstra. 

Esa misma temporada el escolta acabaría siendo parte sustancial de los sorprendentes Heat que se plantaron en las finales de la burbuja de Orlando y que muchas veces nacían de un mano a mano entre Bam Adebayo y Robinson. Aquello le valió al francotirador de los Heat una extensión por cinco años y 90 millones de dólares que se acabaría tachando como uno de los peores contratos de la liga. 

La fragilidad defensiva de Robinson siempre le ha mantenido en entredicho, pero su lanzamiento exterior le sirve de bula. Por eso, en cuanto sus porcentajes de tiro bajaron del 40% en triples, las excusas para mantenerle en cancha se acababan. Robinson tocó fondo el curso pasado ,con sus porcentajes cayendo hasta el 33% y una lesión en el dedo que le dejó fuera 19 partidos. La involución del exterior fue la del propio Miami, que dejó una de las temporadas regulares más pobres de la era Spoesltra en lo colectivo. 

Sin embargo, como el resto de la rotación, los Heat recuperaron a Robinson para la causa durante los playoffs. donde tuvo momentos puntuales en cada serie. Aún hoy Spoelstra le tiene que seguir instando a tirar por el bien que le hace al equipo, pero la postemporada pasada fue una necesaria inyección de confianza para Robinson, quien está jugando el mejor baloncesto de su carrera. 

El escolta ya no está encasillado en el tiro como principio y fin de su juego. Sino que ahora es un arma que desbloquea otras facetas ofensivas que Robinson no sabía tener. Su influencia se ha expandido o, mejor dicho, contraído, a las interioridades del perímetro. Utiliza su amenaza exterior para dividir muchas más situaciones y utiliza el bote con intención real de atacar el interior. Después de un mano a mano o un rizo, ya no mira inmediatamente al interior, sino que es capaz de leer la jugada y desviarla por otros derroteros. De hecho, está acudiendo a jugadas de bloqueo directo en las que parte con bote dos veces por noche. 

No en vano, está en máximos de carrera en tiros de dos, tiros libres y asistencias. Su temporada, en realidad, se puede definir con una jugada. 

Después de marcarse una filigrana de absoluto playground, Duncan admite que ni siquiera sabía cómo lo había hecho. “He tenido un apagón”. A los 29 años y en su sexta temporada en la liga, a Robinson a veces le sigue costando creerse lo que es capaz de hacer sobre un parqué NBA. 

(Fotografía de portada de Mike Ehrmann/Getty Images)

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